Quedan por mencionar
el odio y la frontera;
el tajo en las costillas;
el reflejo sin alma del vocero;
la ceguera de quienes se endeudaron
al comprar la ceguera;
la grima del que palpa y pagaría
por ser manco; el anhelo de engañar
y el miedo a ser el último en la lista.
Todo va al mismo sitio,
todo conduce al mismo pudridero.
Ya estás hablando solo, no escarmientas.