Dejas salir el frío.
Al fin y al cabo, el folio
no es un lugar tan árido;
todo cabe en sus mapas, desde el blanco
aterrador del tiempo
hasta la promisión del infinito.
Avizoras un mundo sin conquistas,
apenas descubierto;
ocupas la atalaya
y conviertes la espera
en virtud de virtudes.
En algún sitio pintas
carros, arados, bueyes;
en otro, la silueta de un hogar;
al fondo, un horizonte. Y la mañana.